Confuso
Mis pasos se hacían más pesados mientras subía las escaleras y la daga afilada en mi mano temblaba en el bolsillo izquierdo. Él iba detrás, no lo había observado bien, pero parecía presa fácil para mí. Sería un robo limpio y esperaba, sin heridos.
Fue entonces cuando llegué al lugar indicado y automáticamente grite empuñando la daga:
- Alto ahí, esto es un asalto. -
Entonces mi expresión mutó al observar el rostro del aludido transformándose en una mueca de horror.
- Me quitaste las palabras de la boca. - Y apretó el gatillo.
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