sábado, 27 de junio de 2009

Dios

Descendió de los cielos y se llevo consigo a todos los animales.

Los seres humanos no pudieron evitar quedar estupefactos.

viernes, 26 de junio de 2009

Permafrost

Se me enfriaba la sangre, que corría por las venas, venas cubiertas por piel, piel palida cubierta por frio y gélido hielo.


De mi boca, aquel suspiro vaporoso se transformaba en un torrente de nieve que helaba aun más mi ser.

Estaba ahí, totalmente paralizado, preguntandome cuando iba a acabar, cuando aquel torrente de nieve fuese definitivamente el último.

Esaba asustado, tal vez nunca. Tal vez mi presidio en tierras congeladas nunca iba a terminar.

Alguna vez fui un ciudadano normal, vicioso, belicoso, adicto a los juegos de guerra y a los libros de Lovecraft. Tal vez no tan normal... Pero un ciudadano como cualquier otro al fin y al cabo.

Pero ahora, ere el único sobre toda la tierra.

Cubierta de una gruesa capa de hielo.

Castigado, sin poder morir.

martes, 23 de junio de 2009

La Culpa

Me dí una vuelta en trecientos sesenta grados y la ví, ya la había tenido frente a mí anter, pero nunca la había visto.

Se situaba entre ambos lados simetricos que formaban el perdecto ángulo agido, parte del callejon sin salida en el que me encontraba.
Hay estaba, seductora, me miraba de manera lujuriosa, despertando mis bajos instintos.

No se me acerco, a pesar de que parecía despertar interes en mí. Yo lo hice, fueron una serie de largos pasos que parecieron interminables.

Mis venas se helaron, me espanté al ver aquel rostro plano, vacío y carente de expresión.

Ella se adelanto hacía mí, abriendo sus palidos brazos para tratar de pegarse contra mi cuerpo.

Entonces, saque el revolver que venía pesandome hace rato en el bolsillo de la chaqueta y la maté de un sólo y limpio tiro.

Ahí estaba, la culpa, desangrandose en el piso.

miércoles, 17 de junio de 2009

Los buenos tiempos

Acto I
Primera Escena

La actriz esta en el centro del escenario, que emula una calle, esta sola, mas su monólogo la situa en aquel lugar repleto de gente que la observa.

"No creo haber exagerado con el maquillaje, claro está que nunca es demasiado. Esponje mi pelo, saque mi mejor vestido de Donatella del Armario.
¡Radiante!, Así lucía. Más sin embargo... ¿Qué pasa?, Salgo a la calle y me encuentro sólo con miradas de desprecio, como si fuera una especia de fenomeno y no la hermosa actriz que soy. Incluzo, tuve que soportar un par de comentarios desagradables. ¿Qué les pasa?, ¿No saben quién soy?... Soy joven, no creo aún haber perido mi brillo ¿No?. Esto es lo que nostros los actores llamamos la decandencia del teatro, la pura carencía del glamour- Es quel normalucho del vulgo sin talento y exceso de humildad.
¿Qué dirían Taylor ó Monroe? Seguro Frankie no hubiese soportado quedar sin sus musas inspiradoras.
!Tamaña desfachatez del pueblo¡ Antes, eramos dioses que caminaban entre mortales, ahora solo somos mortales desheredados por sus antecesores. Toda gota, requicio de divinidad se perdió con la invención del Home Theater."

Acto II
Segunda Escena

La actriz se encuentra en un pequeño escenario iluminado, esta vestida con atuendos del siglo XVI. Se encuentra postrada en la tarima, simula estar muerta, se levanta y continua su monólogo.

"Miren al costado, sí, al izquiero, en esa butaca, la esposa del alcalde al lado de su amante veinteañero de turno, ¿A esto le llaman audiencia?
Díganme, ¿Qué pasó con los sultanes?, ¿Acaso la reina ya no asiste a la opera? !Miren¡ !Miren por Dios, Miren! Me he muerto, acabo de morir y ni si quiera he visto una gota, una lagrima de emoción. He muerto junto quien más amo... aplausos, aplausos de cortesia y ya.
Salgo del teatro y ¿Qué?... Camarines de cuarta, que se asemejan más a los baños publicos para luego tener que salir en el mayor anonimato, nada de alfombras rojas o Paparazzis, que por cierto ahora usan esos aparatitos que no necesitan revelador, ¡Ya no excisten pintores!, Por dios, que alguién me diga qué es el Véctor, ni si quiera se bien lo que es. ¿Qué diría Marilyn si estuviese viva? Qué diría... "

Acto II
Tercera Escena

La actriz esta tirada en el suelo, hay nárcoticos, anti-depresivos y pastillas para dormir esparcidos por el suelo. Se le ve demacrada, palida y ojerosa.

"Mírenme -Entre sollozos- ¡Mírenme!, hasta esto he llegado, soy un desastre. Los narcoticos sudan por mis poros y mi piel esta palida como la de un muerto... ¿Tan curel es el destino para aquellos bendecidos por Dionisio y Afrodita, Talento y Belleza? Míren, observen la undecima plana del peridico, ¡Mentiras!, ¡Puras Mentiras!, Estúpideces, sardas amarillistas. ¿Qué han conseguido? ¡Arruinarme!. Drogas, Alcohol, Placeres mundanos que remplazan los flashes, la atención de las camaras y el aprecio del publico.

Sujeta su telefono, lo marca y suena la contestadora.

- Christian, ¿Para qué vivir más si no hay nada que valga la pena?.

La actriz ingiere unas pastillas y se derrumba en el piso todavía sosteniendo el telefono en su mano.

Fin del Último acto.
Se cierra el telón.

martes, 16 de junio de 2009

Confuso

Mis pasos se hacían más pesados mientras subía las escaleras y la daga afilada en mi mano temblaba en el bolsillo izquierdo. Él iba detrás, no lo había observado bien, pero parecía presa fácil para mí. Sería un robo limpio y esperaba, sin heridos.
Fue entonces cuando llegué al lugar indicado y automáticamente grite empuñando la daga:

- Alto ahí, esto es un asalto. -
Entonces mi expresión mutó al observar el rostro del aludido transformándose en una mueca de horror.

- Me quitaste las palabras de la boca. - Y apretó el gatillo.

sábado, 13 de junio de 2009

¿Demasiado Optimista?

Mi primera impresión del sujeto tal vez no fue la más equivoca. Se peinaba el pelo levantando la punta de cada uno de estos hacia arriba y terminaban en un
fuerte color rubio amarillento, usaba pantalones apretados y solía hablar con modismos propios del estereotipo.
Felipe era así, como cualquier otro homosexual del caracol, como cualquiera, menos como yo. Yo me vestía de la manera más pulcra y común posible y ostentaba
una categoría más alta que aquella, la del homosexual que se oculta tras las tijeras.

Mi cabello negro, siempre estaba correctamente peinado y poco gente podría decir con sólo mirarme que yo le hacía a los chicos. Me agradaba la falsa idea, ya
que me permitia vivir una vida con la menor cantidad de sobre saltos posibles.
Además, me agradaba decir que mi habilidad como peluquero jamás fue cuestionada por nadie, ya que realizaba mi trabajo de manera ordenada y pulcra, no me
hubiese instalado en el caracol de no ser por que me quede sin dinero después de costear la escuela de Barberos, siempre ostente a mi propio local, en un
centro comercial o en una boutique, pero era lo que tenía y debía hacer lo posible por salir con la frente en alto de esto.

La primera vez que vi a Felipe fue cuando vino a pedirme prestado algodones, me miró de pies a cabeza y después de realizada la transacción me habló con una
vocecilla falsamente chillona al oido.

- Se lo puedes ocultar a alguien, pero no a mí. - Acto seguido se largo de la tienda dejandome atrás estupefecacto. ¿Cómo podría haberse roto mi muralla, tan
perfectamente edificada a base de mentiras.

Por suerte, ahí estaba mi unica amiga, la Rose, una cuarentona simpatica adicta al tabaco que solía ir a antros del barrio estación a pasar el rato conmigo,
la mujer no queria creer que envejecia y hacía la mayor cantidad de cosas de joven que podía. Por lo demás, ella era una de las pocas personas que conocía
mi secreto y con la que compartía el local.

- ¡Mira qué! Sí me han dicho que estos gays tienen un gay radar para detectar quienes también lo son. Aunque claro que con él se nota a la legua de distancia -
Su comentario no me divirtio, sólo acabo con asustarme más, tal vez de nada iba a servir mi muralla ahora tan débil como nunca lo fue. Debí haberlo adivinado,
un hombre hecho y derecho jamás es peluquero. Debí haberme dedicado a ser abogado como mis padres y no un maricón.

Aquella tarde, mientras cerrabamos Felipe volvió con la caja de algodones que le había prestado, no faltaba niuno. Pensé que tal vez se había tomado el tiempo
de volver a llenarla después de haberla ocupado, de todas maneras ni si quiera toco el tema.

- ¿Cómo te llamas corazón? - Me dijo mientras se sentaba en el asiento del cliente mientras cruzaba las piernas y sacaba un cigarrillo. Su frase me dejo sin
aliento, no por que me agradase, si no que aquella frase me recordaba el estereotipo que más odiaba y del que temía formar parte.

- Roberto - Le dije mientras le acercaba el cenicero de Rose que ya se había ido.

- Qué nombre más estirado corazón, ¿Pensabas engañar a alguien con tu tenidita de abogado? Una vez que entras acá seas lo que seas, lo eres. - Me lo dijo a secas,
mi pulso cardiaco empezó a aumentar con rápidez. No me podía imaginar como alguien podía ser tan descortés. Pero trate de mantener la calma y fingí no escuchar su
palabrerío.

- ¿Y usted cómo se llama?

- Felipe Cardenas - Arqueo las cejas como tratando de decirme algo que no pude comprender.

- Bien, Felipe, me temo que estamos cerrando el local. Así que si sólo venía por eso - Lo miré, me parecio extrañamente atractivo, de no ser por su
comportamiento incluzo me hubiese gustado. Pero las circunstancias eran diferentes.

- Por eso venía - Me contesto, tal vez por que nunca fui muy detallista no me sorprendió el leve rubor que se extendía por sus mejillas. Y siguió - Tenemos un
problema con las tuberías, me preguntaba si podría usar tu baño.

- Aquí está - Le contesté a secas mientras se lo indicaba.


Fue entonces cuando su mirada cambio, tiró de mi delantal con una fuerza que me tomó desprevenido y me metio dentro del cuarto de baño. Me sujeto la cara con
ambas manos y me beso los labios. Mi cuerpo no pudo soportar tanta tensión por lo que terminamos haciendo el amor en el cuarto del servicio.

Me sentí horrible, destruí aquella muralla que me había tomado tanto tiempo edificar. Entre la agitación de los cuerpos sudorosos alcanzé a preguntarle aquello
que tanto me atormetaba.

- ¿Cómo supiste que era Gay? - Su mirada muto en una extraña expresión burlesca.
- Me recordaste a mí cuando llegué aquí. - Y rio.

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