lunes, 11 de mayo de 2009

Waltz n.1

EL baile no sonaba agónico, no más- El baile me daba vida, entoces con cada nota mis pies se iban moviendo. Danzaban de manera irregular, extraña pero siguiendo un patrón que no se repetía. Me sentí de la manera más extraña, indescriptible. De pronto un ser invisible se aferró a mí y me empezó a mover con más rápidez. El vals seguía, seguía, la música cada vez más fuerte entraba en mi mente, la invadía.

Me sentía vivo, con cada salto lograba sentir aquel extraño extasis. El vals no parecía terminar nunca, tal vez fuese el deseo de mi corazón.

Otra vez, notas más altas, esta vez menos seguras. Me seguí balanceando, pero ahora de manera más lenta, pausada. Ahora empezaba aquella parte en que ya no sentía nada.

Mis pies empezaban a ponerse más ligeros, y seguí saltando, no agonizaba, nunca más agonizé. El baile seguía, no agonizaba.

Pero crudo como son los finales terminó. Dando pasó al segundo vals, igual que el anterior, pero tan diferente como puede ser un vals de otro.

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