sábado, 19 de junio de 2010

Hidrofobia

Eran las ocho de la tarde de un día cualquiera de verano, su ubicación en el calendario era dispensable, y el sol comenzaba a desaparecer lentamente, mientras dejaba a sus expensas jardínes anaranjados de nubles y el delgado reflejo luminoso de si mismo en el agua del lago que se abría al frente mío.

Sobre las rocas, con el frac planchado, el paraguas sujeto a mi mano y la galera en el lugar correspondiente, aguardaba pacientemente la ejecución.
Todavía no era hora, pero no podía evitar quitar la vista de aquella masa voluminosa de líquido que se expandía hacía el frente mío.

El cielo estaba limpio, se divisaban pocas nubes amarillentas. Se respiraba un ambiente de incertidumbre que fue acentuado cuando, a lo lejos, desde el otro costado del lago, divise a una mujer de avanzada edad vestida con un kimono oscuro, de pálidas manos, con la shimada correctamente peinada, se dirigió a mi sin levantar la vista y realizó una reverencia que no parecía dirigida hacía mí, con lentitud ceremoniosa se agacho y toco con sus blancos dedos el agua.

El agua que sus dedos tocaban se tornaba ligeramente azul, su color variaban conforme pasaba el tiempo y se volvían más oscuros, ahora el agua era rojiza... y se alejaba hasta llegar al sector más céntrico de mi vista del lago. La mujer se mantuvo en esa pocisión evitando observar en todo momento su silueta reflejada en el agua, he incluso el efecto que provocaba en esta.

Yo me mantuve impasivo, contemplado el rito con interés. Poco a poco el sol se fue ocultando más, y en el momento en que sólo una pequeña porción de este era visible, la mujer se retiro del costado del lago, dejando adelante suyo una mancha roja de gigantesco tamaño, procedí a abrir mi paragüas y con espanto premeditado observé como el centro de la mancha el agua se separaba para dejar abierto el paso a un hocico disparejo y gigantesco, adosado de dientes fenomenales y desiguales, un ojo inmenso ubicado en el costado que seguía que me dirgió una mirada fría y directa. Un cuerpo alargado y grisáceo proseguido por una aleta pequeña pero no por eso menos colosal y una cola de irregulares contornos y final puntiagudo.

En el instante en que el frilled shark saltó los rayos restantes del sol iluminaron la silueta de la criatura, asentuado su figura que mezclaban la forma de un tiburón, una anguila y una criatura indescriptible.

Atemorizado.

Mis sentidos se apagaron por el instante que esto duro, no ejecute movimiento alguno. No mire hacía otro lado que no fuese hacía el gigantesco ojo del animal.

Tras caer este levantó consigo una ola gigantesca que me cubrió desde arriba hacía abajo completamente y que el paraguas ni si quiera pudo detener, dejándome completamente empapado. La mujer oriental ya no estaba, había desaparecido junto con el animal.

Yo me quedé allí, con el frac completamente mojado y sin el sombrero que llevaba ceñido a la cabeza, completamente abrumado por el ritual que había presenciado

Sintiéndome aun más pequeño y vulnerable frente aquel lago, en el que nunca había podido nadar tranquilo.

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